Violencia de género desde la teoría de la conducta humana
Lic. Melissa Ceja Covarrubias
Resumen
Este artículo explora la violencia de género en Michoacán desde una perspectiva basada en las teorías de la conducta humana, por medio de un análisis sociocultural. Mediante el abordaje de distintos factores asociados con el ecosistema de violencia que influye en las personas, ejemplo de ello son las dinámicas culturales de las comunidades, patrones de conducta, etc. Asimismo, desde enfoques teóricos, se analiza cómo se perpetúan las conductas violentas hacia las mujeres desde el contexto regional, utilizando datos estadísticos para evidenciar la magnitud del problema. Se discuten las implicaciones de la normalización de la violencia profundizando en el tejido social. Finalmente, se propone la necesidad de intervenciones integrales, social y culturalmente pertinentes, para prevenir la violencia de género en Michoacán.
Palabras clave: violencia de género, teoría de la conducta, cultura, sistema.
Abstract: This article explores gender violence in Michoacán from a perspective based on theories of human behavior, through a sociocultural analysis. By approaching different factors associated with the ecosystem of violence that influences people, such as the cultural dynamics of communities, behavioral patterns, etc. Likewise, from theoretical approaches, it is analyzed how violent behaviors towards women are perpetuated from the regional context using statistical data to demonstrate the magnitude of the problem. The implications of the normalization of violence are discussed, delving into the social fabric. Finally, the need for comprehensive, socially and culturally relevant interventions to prevent gender violence in Michoacán is proposed.
Introducción
La violencia de género es un fenómeno complejo y multifacético que afecta a las mujeres de todo el mundo. En México, y particularmente en el estado de Michoacán, la incidencia de feminicidios, además de reflejar patrones culturales y sociales profundamente arraigados, demuestra la ineficacia en acciones gubernamentales enfocadas en su erradicación. El presente artículo tiene como objetivo analizar las probables causas de esta problemática, partiendo de algunas teorías de la conducta humana, así como de distintos factores culturales que resultan de este análisis a forma de artículo. Se busca ofrecer una comprensión integral que permita proponer estrategias efectivas de intervención y prevención.
Caminando de la mano con la historia que le da vida a diversos comportamientos sociales que son estimulados por el entorno cultural, moldeado por las tradiciones y costumbres en cada entorno que, dicho en otras palabras: es el contexto social en el que viven, aprenden y se desarrollan vitalmente las personas.
Comprendamos el contexto social como la constitución de elementos que, en muchos casos, condiciona las formas de actividad humana que se desarrollan en él. Dicho lo anterior, ampliemos lo que conocemos por violencia, continuando por advertir que la violencia se encuentra también en todo acto que, de forma directa o indirecta, causa un daño, de manera intencional o no. Subrayo el hacer hincapié en comprender la violencia de género, la violencia contra la mujer, y si estamos en busca de encontrar resultados eficaces, necesitamos profundizar en el tema, para así apreciar lo que hasta ahora hemos dejado pasar. Ampliar conocimientos sobre lo que conocemos por violencia nos lleva a buscar información del contexto cultural, apoyándonos de lo que explica Galtung (1969), lo comprendemos como el: “contexto cultural es un modo y estilo de vida que tiene un pueblo, es decir, la manera de pensar, sentir y crear de un grupo de personas en específico”.
Las estructuras organizativas informales que subyacen en toda agrupación humana se han tendido a asimilar con el origen del hecho social. El hombre, en relación con otros hombres y unido para un fin operativo, genera indefectiblemente relaciones estructuradas de jerarquía, de idoneidad y adecuación funcional de sus miembros a lastareas necesarias y, cómo no, estructuras de relaciones afectivas, de cohesión y simpatía.

Figura 1. Implicaciones de la violencia contra la mujer. Imagen generada por IA.
Metodología
Para abordar la relación entre la teoría de la conducta humana y la violencia de género, se emplearon varios métodos de investigación cualitativa y cuantitativa que permitieron un análisis integral de los factores culturales, sociales y psicológicos que contribuyen a la perpetuación de la violencia contra la mujer en Michoacán.
A continuación, se describen los métodos clave utilizados en esta investigación:
- Revisión bibliográfica y documental. Se llevó a cabo una exhaustiva revisión de literatura académica y estudios previos relacionados con la violencia de género, las teorías psicológicas de la conducta y los enfoques socioculturales en el contexto de México. Se incluyeron trabajos de autores como Bandura (1977), Skinner (1953) y Beck (1979), además de informes sobre violencia de género de instituciones nacionales e internacionales, como la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares (ENDIREH) y estudios locales sobre la violencia en Michoacán. Esta revisión permitió comprender las teorías relevantes y su aplicación en el contexto específico de la violencia de género en la región.
- Análisis estadístico. Se analizaron datos estadísticos disponibles sobre la prevalencia de la violencia de género en Michoacán y en México. Estos datos fueron obtenidos de fuentes oficiales como el INEGI, el CONAVIM y otras organizaciones gubernamentales y no gubernamentales. El análisis de estos datos proporcionó una base empírica para entender la magnitud del problema y su relación con las dinámicas culturales y sociales presentes en el estado.
Desarrollo
Condicionamiento operante (Skinner, 1953) Burrhus Frederic Skinner desarrolló la teoría del condicionamiento operante, la cual sostiene que el comportamiento humano está determinado por sus consecuencias. Según este enfoque, las acciones que reciben un refuerzo positivo tienden a repetirse, mientras que aquellas que son castigadas o ignoradas disminuyen en frecuencia. En el contexto de la violencia de género, el condicionamiento operante explica cómo ciertos comportamientos violentos pueden consolidarse o extinguirse dependiendo de las respuestas del entorno. Cuando un agresor ejerce violencia contra una mujer y no enfrenta consecuencias negativas, su conducta se refuerza, incrementando la probabilidad de que la repita en el futuro. Por el contrario, si la violencia es sancionada de manera efectiva, las probabilidades de reincidencia disminuyen. El condicionamiento operante se basa en dos tipos principales de refuerzo y castigo:
- Refuerzo positivo: se presenta un estímulo agradable tras una conducta, lo que aumenta la probabilidad de que se repita. En la violencia de género, esto ocurre cuando el agresor obtiene control sobre la víctima o recibe aceptación social, ya sea de su entorno inmediato o de instituciones que minimizan la gravedad de sus acciones.
- Refuerzo negativo: se elimina un estímulo desagradable tras una conducta, lo que también incrementa su repetición. Por ejemplo, si un agresor utiliza la violencia para evitar que su pareja lo contradiga, y obtiene el resultado deseado, es más probable que continúe empleando este mecanismo de control.
- Castigo positivo: se introduce un estímulo desagradable para reducir una conducta. En el ámbito de la violencia de género, esto se reflejaría en sanciones legales efectivas contra los agresores, como penas de prisión o medidas de restricción, lo que podría disuadir futuras agresiones.
- Castigo negativo: se retira un estímulo positivo para disminuir una conducta. Un ejemplo sería la pérdida de privilegios sociales o económicos como consecuencia de la violencia, como el rechazo por parte de la comunidad o la imposibilidad de acceder a ciertos espacios laborales o políticos.
En Michoacán, donde la violencia de género sigue siendo un problema estructural, el condicionamiento operante permite analizar la falta de consecuencias efectivas para los agresores. Según datos de la ENDIREH (2021), un gran número de mujeres no denuncia la violencia por miedo a represalias o por la percepción de que las autoridades no actuarán en su favor. Esta impunidad funciona como un refuerzo negativo para los agresores, quienes interpretan la ausencia de sanciones como una señal de que pueden continuar con su comportamiento sin enfrentar consecuencias.
Teoría cognitivo-conductual Aaron Beck desarrolló en 1979 la teoría cognitivo- conductual, la cual sostiene que los pensamientos, creencias y esquemas cognitivos influyen directamente en las emociones y comportamientos de los individuos. De acuerdo con este enfoque, las personas no reaccionan únicamente ante los estímulos externos, sino que interpretan la realidad a través de filtros cognitivos formados por experiencias previas, aprendizajes culturales y creencias internalizadas.
En el contexto de la violencia de género, esta teoría permite comprender cómo las creencias y esquemas disfuncionales pueden contribuir a la perpetuación de actitudes violentas y la aceptación de relaciones abusivas. En Michoacán, persisten ideas arraigadas que refuerzan la subordinación de la mujer, tales como “las mujeres deben obedecer a los hombres, si un hombre es celoso, es porque ama a su pareja”. Estos pensamientos distorsionados pueden generar lo que Beck denomina triada cognitiva negativa, un patrón de pensamiento pesimista donde la persona mantiene una visión distorsionada de sí misma, del mundo y del futuro.
En las mujeres víctimas de violencia, esto puede traducirse en ideas como “si mi pareja me agrede, es porque lo merezco”, “nadie me va a creer si denuncio”, o “nunca podré salir de esta relación”. Tales creencias afectan su capacidad para identificar la violencia, buscar ayuda o tomar decisiones para salir del ciclo de abuso. Por otro lado, los agresores también pueden operar bajo esquemas cognitivos erróneos que justifican la violencia, tales como “los hombres deben tener el control en la relación” o “una mujer que desobedece merece ser castigada”. Estas creencias pueden reforzar patrones violentos, especialmente cuando se ven respaldadas por normas culturales y una falta de sanciones efectivas.
La reestructuración cognitiva, un elemento clave de la terapia cognitivo-conductual, propone la modificación de estos esquemas de pensamiento disfuncionales a través de estrategias como la educación, la autoevaluación y el cuestionamiento de creencias irracionales. En este sentido, los programas de prevención de la violencia de género en Michoacán podrían beneficiarse del enfoque cognitivo-conductual, al trabajar en la transformación de ideas dañinas que normalizan la violencia. Desde esta perspectiva, la violencia de género no solo debe abordarse desde un enfoque punitivo, sino también mediante estrategias educativas que transformen las creencias y percepciones que la perpetúan.
Resultados
Los resultados de esta investigación revelaron múltiples factores que contribuyen a la perpetuación de la violencia de género en Michoacán, los cuales están profundamente relacionados con las dinámicas sociales, culturales y psicológicas que se operan en la región. A continuación, se presentan los hallazgos más destacados obtenidos a partir de los métodos empleados en el estudio:
Alta prevalencia de violencia de género en Michoacán | Los datos estadísticos analizados, provenientes de fuentes como la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares (ENDIREH, 2021), confirmaron que el 64.9 % de las mujeres en Michoacán han experimentado algún tipo de violencia en su vida, ya sea física, emocional, económica o sexual. Este porcentaje es alarmante, considerando que la violencia de género sigue siendo subreportada debido a factores como el miedo a represalias, la desconfianza en las autoridades y las creencias culturales que justifican el abuso. |
Impacto de creencias culturales sobre la violencia | A través de los análisis de contenido cultural y entrevistas, se identificaron creencias profundamente arraigadas en la región que perpetúan la desigualdad y la violencia contra las mujeres. Frases como “las mujeres deben obedecer a los hombres” o “un hombre celoso es porque ama a su pareja” son comunes en la región y contribuyen a la normalización de comportamientos abusivos. Estas creencias refuerzan la idea de que la violencia es una forma legítima de controlar a las mujeres y justificar la desigualdad de género. |
Desajustes en las respuestas institucionales y sociales | La investigación reveló que, aunque existen programas de atención a víctimas de violencia de género en Michoacán, las respuestas institucionales no siempre son consistentes ni eficaces. La falta de sensibilización en algunos cuerpos de seguridad y la escasa capacitación en temas de género dificultan el acceso a la justicia. Por otro lado, los programas de prevención dirigidos a los agresores, basados en la reestructuración cognitiva, son limitados y no logran una cobertura significativa en las áreas rurales y marginadas. |
Posibles intervenciones y estrategias de prevención | Los programas educativos en escuelas que promuevan la igualdad de género, la resolución pacífica de conflictos y la identificación de comportamientos abusivos pueden tener un impacto positivo a largo plazo. Además, la reestructuración cognitiva, a través de programas terapéuticos, tanto para las víctimas como para los agresores, puede ser clave para romper el ciclo de violencia. Los testimonios de expertos sugirieron que la intervención temprana y el fortalecimiento de las políticas públicas que sancionen la violencia son fundamentales para lograr una reducción significativa en las tasas de abuso. |
Conclusión
La violencia de género en México, y particularmente en Michoacán, es un fenómeno complejo que no solo responde a factores externos, sino que está profundamente enraizado en los comportamientos aprendidos, las creencias culturales y las estructuras sociales que perpetúan la desigualdad. A través de la teoría del aprendizaje social, el condicionamiento operante (Skinner, 1953) y la teoría cognitivo-conductual (Beck, 1979), se ha evidenciado que la violencia no es un acto aislado ni espontáneo, sino un comportamiento adquirido y reforzado por la observación, las consecuencias y las creencias internalizadas; al observar y reproducir comportamientos violentos, los asumen como conductas aceptables, lo que refuerza los ciclos de abuso intergeneracional. Además, el condicionamiento operante demuestra cómo la impunidad y la falta de sanciones eficaces refuerzan los actos violentos, mientras que la reestructuración de creencias disfuncionales puede ser clave para transformar tanto las actitudes de las víctimas como las de los agresores.
Es fundamental crear programas educativos que promuevan la igualdad de género, la resolución pacífica de conflictos y la transformación de las creencias que subyacen a la violencia. La reestructuración de las percepciones culturales, la educación sobre relaciones saludables y el acceso a sistemas de justicia eficaces son esenciales para lograr una disminución sostenida de la violencia de género en Michoacán y en todo México.
Para erradicar este flagelo, es necesario un enfoque integral que abarque la prevención, la intervención y la educación, con un énfasis especial en modificar las dinámicas sociales y los procesos cognitivos que permiten que la violencia contra la mujer continúe siendo una amenaza constante en la sociedad. Solo mediante un cambio profundo en las creencias, los comportamientos y las estructuras que perpetúan la violencia, será posible avanzar hacia una sociedad más justa e igualitaria para todas las mujeres.
Referencias
- Bandura, A. (1977). Social learning theory. Prentice Hall.
- Beck, A. T. (1979). Cognitive therapy and the emotional disorders. Penguin.
- Galtung, J. (1969). Violence, peace, and peace research. Journal of Peace Research, 167-191.
- Skinner, B. F. (1953). Science and human behavior. Free Press.