Doctores que no son doctores

Resumen

Usar el término “doctor” para personal sanitario que no cuenta con dicho grado, es decir, los licenciados en Medicina y Odontología, es un error que no solo es un simple error etimológico y de falta de sentido común, sino que es parte de las determinantes socioculturales que empíricamente provocan un rezago interprofesional. Referirse a los licenciados en las áreas sanitarias con el término “doctor” ha pasado de ser un simple error a convertirse en una condicionante cultural y social para el rezago interprofesional de otras áreas, en especial en entornos clínicos, al considerar a sus homólogos de grado académico (licenciados en Nutrición, Enfermería y otras áreas afines) inferiores en su grado de pericia, incluso dentro de sus propias áreas de competencia. El uso correcto de las denominaciones de grados académicos, en especial en países donde los grados de doctor en Medicina, Odontología, etc., es sumamente raro, pero prevalecen los licenciados en dichas áreas; dicho uso correcto permitirá el pleno ejercicio profesional de las demás áreas sanitarias homólogas en grados de licenciatura.

Palabras clave: antropología médica, rezago interprofesional, prescripción enfermera, credenciales sanitarias.

Introducción

Es plenamente conocido por parte de la comunidad hispanohablante el uso de la palabra doctor para referirse a ciertos miembros del equipo sanitario, como médicos, odontólogos, etc. Al analizar dicha costumbre, podemos cuestionarnos si esta es inofensiva o perjudicial para el desarrollo interprofesional.

Dicha costumbre a nivel poblacional y cultural no es vista como buena o mala, sino simple- mente como normal o habitual. A priori esta costumbre está mal y daña de un modo sutil pero significativo el desarrollo interprofesional en entornos sanitarios, en especial a las ciencias de enfermería, nutrición, psicológicas, etc., así como a otras áreas del saber.

El dilema sobre el mal uso del término doctor nace como parte del sueño incompleto de ciertos profesionales de la salud, que al finalizar sus estudios de pregrado en Medicina (licencia- tura en Medicina) o alguna especialidad afín, quieren presentarse ante la sociedad y ante sus pacientes como doctor o doctora.

Origen del error y apología del error

La costumbre de denominar con el título de “doctor” al ejercicio médico y de otras áreas afines es, en primera medida, por el desconocimiento de la población en general sobre los distintos grados académicos que existen y su cronología de obtención.

La educación formal en México, así como en la mayoría de los países latinoamericanos, es de forma ascendente: pasa por primaria, secundaria, preparatoria, hasta llegar a la educación superior y de posgrado. Es en el nivel de licenciatura don- de se encuentran títulos tales como médico cirujano, cirujano dentista, licenciado en Medicina General, licenciado en Enfermería, licenciado en Psicología, etc., presentando todos el mismo nivel en el grado académico, claro, con funciones muy particulares.

La mayoría de los defensores del uso errado del término de doctor, para referirse a la formación de nivel licenciatura en Medicina, Odontología, etc., se escuda especialmente en la cultura de los Estados Unidos de América (EE. UU.), donde llaman a los médicos con el término doctor en Medicina, bajo las siglas MD, sin haber analiza- do los requisitos y la diferencia entre doctores en Medicina y licenciados en Medicina (caso de los países latinoamericanos). En los países latinoamericanos, para poder ingresar a la carrera de medicina (licenciatura en Medicina) solo se solicita el nivel de preparatoria, mientras que en el caso de los EE. UU., se requiere, para ingresar a la formación de doctor en Medicina, un título previo de licenciatura en cualquier área.

En los EE. UU., se emplean de modo habitual siglas y términos para identificar plenamente el grado académico y la formación para garantizar una excelente comunicación entre los profesionales y la población en general, así como para un correcto y pleno ejercicio profesional. Es decir, para el sistema educativo y sanitario de los EE. UU., no es lo mismo un doctor en Medicina que un licenciado en Medicina; así mismo, los diferencian para evitar engañar a los pacientes y dar a la vez el reconocimiento adecuado a quienes cuentan con el grado de doctor. Dentro de la diferenciación de credenciales médicas en EE. UU., se encuentran las siglas MD (doctor en Medicina); DO (doctor en Medicina Osteopática; grado equivalente a MD); MBBS (licenciado en Medicina y Cirugía; título equivalente a MD en funciones a nivel internacional, pero inferior en grado académico).

Etimológicamente la palabra doctor no se relaciona con el ejercicio médico o de ciencias afines, puesto que la palabra doctor deriva del latín medieval: doctor, oris, que significa ‘profe- sor’, el cual se deriva de docēre ‘enseñar’.

Magnitud del problema

Para muchas personas es insignificante el mal uso de la palabra doctor, pero en realidad es un problema de amplia magnitud. En primera instancia posiciona erradamente a profesionales de nivel licenciatura como expertos en todas las áreas; asimismo se desprestigia a quienes tienen el grado de doctor, puesto que al presentarse y decir que son doctores en sus campos, el público en general les cuestiona si son médicos o no, y de no serlo se les cataloga como doctores de mentiras, que desconocen de todo, incluso de sus propios campos.

El problema trasciende hasta el uso de publicidad, misma que puede ser considerada publicidad fraudulenta, al ostentar un grado superior al que se tiene plenamente registrado, recordando que todo licenciado en Medicina, licenciado en Odontología, licenciado en Cirujano Dentista, incluidos títulos antiguos que omitían la palabra licenciado, como el título de Médico Cirujano y Partero, Médico Cirujano y Homeópata, etc., cuentan ante el Registro Nacional de Profesionistas de la SEP el título de “licenciatura” y el grado de “doctor”, desprestigiando a quienes sí cuentan con este último como posgrado en el caso de México, país donde se ha intentado dar solución a situaciones semejantes por la vía legislativa sin éxito, como lo fue la iniciativa del proyecto de decreto por el que se reformó el inciso a), fracción II del artículo 250 del Código Penal Federal en 2010, con número de registro LXI/2PPO-174/27502, cuya modificación planteaba que no solo se debe sancionar a quienes usurpen profesiones, sino también a los usurpadores de grados académicos superiores a los que ostentan; por ejemplo, se sancionará a los profesionales con grado de licenciatura que digan que tienen el grado de maestría o doctorado sin tenerlo.

La publicidad fraudulenta afín al tema puede verse manifiesta en el supuesto de que una persona acude con un profesional sanitario que dice que es doctor, el cuál debiera tener dicho grado, pero que solo tiene el grado de licenciatura y se atribuye sin justicia el grado de doctor.

Este error de lenguaje no solo es incorrecto, injusto y fraudulento, sino un riesgo a la salud pública, riesgo sutil pero presente, que puede ser visto cuando una persona confía ciegamente en alguien que dice que tienen el grado de doctor sin tenerlo. Ejemplo de esto es cuando conociendo plenamente que un licenciado en Nutrición es el profesional experto en nutrición, alguien acude a consulta de nutrición y recibe su plan nutricional, pero al acudir con su médico de cabecera (por lo regular licenciado o licenciado con especiali- dad), por otra causa modifica el plan nutricional. El paciente acatará las nuevas indicaciones, a pesar de que el médico no es experto en nutrición, solo por el mero hecho de decir “él es doctor”, lo cual puede ser un riesgo sanitario potencial para el paciente y denigra al profesional, licenciado en Nutrición en este caso.

Otro ejemplo podría ser cuando un médico con el grado de licenciatura prescribe un medicamento de forma equivocada, y el licenciado en Enfermería, quien también cuenta con bases de farmacología amplias, antes de administrarlo nota que es equivocado y puede dañar al paciente. El enfermero indica al paciente que está mal el medicamento y que acuda de nuevo a valoración; el paciente lo ignorará y se justificará diciendo “tú no eres doctor…”.

Si todo personal sanitario se presentara y publicitara con el grado académico correspondiente, favorecería el crecimiento interprofesional, puesto que se consideraría en el mismo nivel académico a licenciados en Nutrición, Psicología, Enfermería y Fisioterapia, y a los licenciados en Medicina y Odontología en sus respectivos campos laborales.

Otro efecto latente del alcance del mal uso del término doctor es el rezago en la autorización plena y autónoma de prescripción de fármacos, puesto que mientras en países como EE. UU. los profesionales del área de enfermería pueden prescribir medicamentos, dependiendo de su grado académico, ya que la prescripción de medicamentos está íntimamente ligada al ejercicio profesional de la enfermería para poder brindar una atención integral en el eje asistencial, en contraste, en países como México, la autorización para la prescripción de medicamentos es extremadamente básica, insuficiente y no diferencia el grado de competencia para tales fines con respecto al grado académico.

La limitante en relación con el derecho del pleno ejercicio de los profesionales de enfermería (licenciatura y posgrados) es dada en parte por el grado de percepción de la población receptora de los distintos servicios sanitarios, ya que no identifica al personal de enfermería como potencial prescriptor de medicamentos, aludiendo a la falsa idea de carencia de conocimiento por no ser “doctor”, y la misma población usa la frase “tú no eres doctor…”, considerando erradamente que el personal médico u odontólogo tiene un grado académico superior inmediatamente después de finalizar sus estudios profesionales (licenciatura).

Otra afectación para la seguridad de los pacientes deriva de la mala costumbre del uso equivocado de los grados académicos. Es en entornos clínicos hospitalarios donde se toma a cualquier presunto doctor, des- de médicos internos, pasantes, hasta licenciados en Medicina como fuente irrefutable de conocimiento y pericia clínica, equivalente a la de especialistas en sus respectivas áreas.

Un médico interno, pasante o licenciado en Medicina sin especialidad se autoconsidera con mayor conocimiento y pericia clínica en cualquier especialidad donde se encuentre, que los especialistas no médicos de dichas áreas. Por ejemplo, un interno de Medicina en el servicio de pediatría se considera con más conocimiento y pericia clínica en dicha área que la licenciada en Enfermería con especialidad en Enfermería Pediátrica, y se desprestigian las sugerencias y observaciones dadas por la misma enfermera especia- lista bajo los cuestionamientos despectivos ¿tú eres la doctora?, ¿quién es el doctor aquí? Ejemplos como este se cuentan por cientos para cualquier persona que haya laborado en un entorno clínico.

¿En qué punto este error se convierte en una falsa realidad social de los estudiantes, pasantes y profesionales de la salud (licenciados y licenciados con especialidad) de ser doctores sin doctorado?, al punto de ofenderse si alguien se refiere a ellos como “Lic.” “médico” y decir “yo no soy ni licenciado ni médico, soy doctor”.

Muchas veces, para justificar este choque con la realidad de grados académicos, se busca por los mismos profesionales de la salud decir frases tales como “se me debe llamar doctor por lo mucho que sé”, “soy doctor por la gran cantidad de años que estudié”, “soy doctor porque con la pura carrera ya estudié más años que los doctorados, y más con la especialidad”. ¿Será esto cierto? La realidad difiere mucho de estas erradas opiniones. ¿Cuántos años estudia un doctor en Medicina en comparación con un licenciado en Medicina? En México y en la mayoría de los países latinoamericanos, una persona requiere de seis a siete años para ser médico con grado de licenciatura y un promedio de tres a cinco años adicionales, dependiendo de la especialidad. Mientras que en EE. UU., para poder ser doctor en Medicina sin especialidad se requiere un mínimo de diez a 11 años (cuatro años de licenciatura, cuatro o cinco de escuela de Medicina y dos años de residencia) y para ser médico especialista se requiere de tres a cinco años adicionales.

En México, ¿cuántos años se requieren para un doctorado serio en salud para personal no médico? En el caso de enfermería se requieren cuatro a cinco años de licenciatura, dos de maestría y hasta cuatro en el caso del doctora- do en Ciencias en Enfermería, es decir, de diez a 11 años para ser doctor en Ciencias en Enfermería, sin contar si se tiene o no especialidad en Enfermería

Apelación al principio de justicia

En México, ¿dónde queda el esfuerzo de un médico, con maestría y doctorado?: de diez a 13 años de estudios, en contraste con los licenciados en medicina: de seis a siete años de estudios. ¿Dónde queda el esfuerzo para los médicos que, además de ser especialistas, cuentan con maestría y doctorado?: de 13 a 17 años de estudio con respecto a alguien que solo cuenta con licenciatura en Medicina y especialidad de 11 años. ¿Dónde quedan los profesionales de la salud, como los licenciados en Enfermería, Nutrición, Psicología, etc., con maestría y doctorado con nueve a 11 años de estudios, en contraste con los seis y siete años de los licenciados en Medicina? ¿Dónde es esto justo?

Posible factor coadyuvante de resolución y mitigación

Para evitar cambiar el error de atribuir grados académicos que no se tienen, sin afectar la dignidad profesional y generar un cambio de paradigma en la población en general, es necesario unificar el tipo de credenciales sanitarias, así como recetarios y documentos aplicables donde se plasmen los grados académicos existentes, como aparece en las cédulas profesionales, siendo estos, técnico profesional, licenciatura, maestría, maestría en ciencias (grado superior de

Fuente: Hernandez-Carrillo, Diego Armando (2022)
Figura 2. Ejemplo de Credencial para Medido Cirujano Sin Especialidad

maestría), doctorado, doctorado en ciencias (grado superior de doctorado), recordando que las especialidades, indistintamente de su naturaleza, no son grados académicos, solo son un posgrado que sigue una misma área de alguna licenciatura, pero a un nivel más profundo, sin ser maestría y menos doctorado en el caso de México (figuras 1 y 2).

Conclusión

El correcto uso de los términos para referirse a los distintos profesionales de la salud es fundamental para contribuir a la mitigación del rezago interprofesional desde de un punto de vista cultural, ya que en los contextos latinoamericanos existe un uso indiscriminado del término doctor para graduados del nivel licenciatura, demeritando a quienes realmente tienen el grado de doctor, al no ser médicos y ser considerados de menor competencia en sus respectivas áreas. La justicia interprofesional en el ámbito sanitario se basa en una remuneración, un pleno ejercicio profesional y un reconocimiento social, en virtud del nivel de estudios y competencia para sus áreas, donde cada miembro del equipo profesional de la salud recibe el respeto en función de su grado de estudios y el esfuerzo desplegado en dicho grado, desde licenciatura, licenciatura con especialidad, maestría y doctorado.

Referencias
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  • 2PPO-174/27502. Gaceta del Senado. https://www.senado.gob.mx/64/gace- ta_del_senado/documento/27502Figura 1. Ejemplo de Credencial para Personal Sanitario
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