Ciudad y vejez. Retos de infraestructura azul y verde para la ciudad

Escrito por Dr. Rafael de Jesús Huacuz Elías*

Resumen

El presente trabajo es una reflexión teórica respecto a la dinámica y cambios poblacionales en México en el siglo XXI y de cómo ello afecta la infraestructura instalada. El objetivo generar es analizar los comportamientos demográficos de las últimas décadas que dan cuenta, por una parte, de la pérdida de bono demográfico del país, lo que re- presenta una fuerza de trabajo que poco a poco inicia un lento, pero continuo incremento de personas mayores en la ciudad y por otro lado, una carencia en la infraestructura urbana de que dé soporte a la población adulta que le asegure una mejor calidad de vida urbana. El texto aborda el tema de la carencia de infraestructura “verde” y “azul” en las ciudades de nuestro país, entendida la primera como obra pública en beneficio de las áreas verdes de la ciudad y la segunda el manejo sustentable de los cuerpos de agua superficiales o no; que garanticen mejorar la calidad ambiental y la calidad de vida de las personas mayores en nuestras ciudades.

Palabras clave: adulto mayor, infraestructura verde y azul, calidad de vida

Abstract: The present work is a theoretical reflection regarding the population dynamics and changes in Mexico in the 21st century and how this affects the installed infrastructure; The objective is to analyze the demographic behaviors of recent decades that account, on the one hand, for the loss of the country’s demographic dividend, which represents a workforce that little by little begins a slow but continuous increase in the number of older people in the city and on the other hand, a lack in urban infrastructure that supports the adult population and ensures a better quality of urban life. The text addresses the issue of the lack of “green” and “blue” infrastructure in the cities of our country, the first understood as public works for the benefit of the city’s green areas and the second the sustainable management of bodies of water, superficial or not; that guarantee improving environmental quality and the quality of life of older people in our cities.

Introducción

Dinámica de población en México

En México, en los últimos años, la dinámica poblacional ha cambiado drásticamente, lo anterior debido a que el número poblacional pasó de 26 millones de personas en 1950, a más de 126 millones para el año 2020; es decir, la población mexicana se incrementó en más de cien millones en tan solo 70 años, tal como lo muestra la siguiente Figura 1. Población en México entre 1950 y 2020:

Figura 1. Población en México 1950-2020 (millones) Fuente: INEGI,
2020.

En este mismo sentido, la vida urbana de nuestras ciudades ha cambiado drásticamente en pocas décadas, si revisamos los datos poblaciones de México, tenemos que la población paso de ser mayoritariamente rural, a mediados de los años de 1950, a casi en su totalidad urbana para el 2020, tal como se muestra en la Figura 2, sobre la evolución porcentual de la población urbano-rural en México entre 1950 y 2020:

Figura 2. Evolución porcentual de la población urbano-rural en México 1950-2020
Fuente: INEGI, 2020.

Al tiempo que la población del país creció y dejó de ser rural para convertirse en urbana, otro fenómeno poblacional interesante de analizar ocurrió en estos mismos años; me refiero a la pirámide poblacional, que era muy robusta en su base (población de menor edad) y muy delgada en su punta (población de 40 años o más), pero que ahora es cada vez más delgada en la base y comienza a ser mucho más robusta en su copa, es decir, inicia un proceso de envejecimiento poblacional, tal como lo muestra la siguiente Figura 3. Sobre la pirámide poblacional actual:

Figura 3. Pirámide Poblacional en México 2020 Fuente: INEGI, 2020.

Que una pirámide poblacional se haga cada vez más gruesa en su copa, significa que la población de este país comienza un proceso de envejecimiento generalizado. Lo anterior representa que todos los servicios públicos, por ende, deberían de modificar sus políticas para atender adecuadamente a una población envejecida o por envejecer.

En este mismo tenor, el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) en coordinación con la Universidad de Texas (UT), presentaron en el 2023 la sexta edición de la Encuesta Nacional sobre Salud y Envejecimiento en México (ENASEM), con la finalidad de evaluar el proceso de envejecimiento de la población del país, su impacto en las enfermedades más comunes, así como la discapacidad y la mortalidad de este sector de la población.

Los resultados más destacados de la ENASEM señalan que las enfermedades que más afectaron a la población de 53 años y más, son hipertensión arterial (43.3 %), diabetes (25.6 %) y artritis (10.7 %), lo que representa que más del 62.3 % percibe tener un estado de salud de regular a malo y donde en la población mayor a los 60 años el 32 % ya tiene algún grado de degradación cognitiva.

Cabe señalar que de la población de 53 años y más que actualmente trabaja, el 25.3 %, hace trabajos del hogar, el 29.8 % ya se encuentra jubilado o pensionado, no trabaja o tiene alguna incapacidad para trabajar y, solo el 42.7 % labora bajo una gran disparidad, ya que de este último porcentaje, el 26.4 % son mujeres y el 62.2 % son hombres.

En general el consumo de alcohol, tabaco y falta de ejercicio es notorio en este sector de la población, por lo que una clara respuesta ante estos datos es mejorar las condiciones de infraestructura urbana para garantizar más y mejores espacios públicos para contener a una población mexicana cada vez más envejecida. Ante los datos que arroja la ENASEM, resulta pertinente una profunda reflexión en torno al tipo de inversión en infraestructura urbana que actualmente se realiza en las ciudades del país, si las obras cotidianas tienen una perspectiva a mediano y largo plazo o solo responden a la inercia de construir obra gris para alentar la movilidad motorizada de la ciudad, sin considerar obras urbanas acordes a las necesidades de una población cada vez más envejecida.

Los datos oficiales muestran a una población no solo envejecida, sino también enferma que tiene poca o nula capacidad de movilidad urbana lo cual impacta negativamente su calidad de vida, ya que, incluso, se puede afirmar que las ciudades mexicanas han apostado tradicionalmente a la “infraestructura gris” y mantienen muy pocas áreas verdes que garanticen mejorar la calidad de vida de su población.

Infraestructura gris en las ciudades

El Sistema Urbano Nacional en México (SUN) se compone por 401 ciudades, 74 de ellas son metrópolis (es decir, grandes concentraciones urbanas densamente pobladas), 132 son conurbaciones (o un conjunto de centros urbanos que se encuentran contiguos) y, 195 son centros urbanos (ciudades). Ante la dinámica poblacional, las ciudades mexicanas que demandan día a día infraestructura para atender los nuevos asentamientos y sus servicios de una población en constante crecimiento.

La demanda más sentida en las crecientes ciudades de México es por una infraestructura para agua y saneamiento (drenaje y alcantarillado), así como pavimentación de vialidades primarias, secundarias y de penetración a zonas habitacionales. Dichas obras “principales” de los presupuestos municipales (también estatales) son consideradas como “infraestructura gris”, es decir, obras que principalmente contribuyen en la movilidad motorizada y al incremento de rodamientos para la ciudad, ya que la mayoría de los presupuestos locales se destinan con este fin, tal es el caso de puentes vehiculares, deprimidos, ampliación a dos o más carriles, etcétera.

Sabemos que a mayor motorización y ampliación de la red vial, menor es la capacidad de movilidad para personas de la tercera edad y niños, y que el incremento de la motorización impacta significativamente en la calidad de vida de la población, principalmente de estos dos sectores sociales antes señalados, por lo que, con una población en evidente envejecimiento, será prioritario modificar el paradigma dominante de la infraestructura gris y cambiar radicalmente la movilidad motorizada de las ciudades pues, huelga decir, es altamente contaminante de la atmósfera, con gases de efecto invernadero que contribuyen a generar islas de calor y cambio climático. Algunos estudios previos han señalado que la contaminación del aire es uno de los principales factores de mortandad en niños y adultos mayores por generar enfermedades respiratorias, así como asma y daño permanente en los pulmones.

En general, la mayoría de las ciudades del país presenta de mala a muy mala calidad del aire y desafortunadamente los sistemas de monitoreo e información a la población se encuentran desactivados o son inexistentes, además, existen hasta 300 sustancias contaminantes en el medio ambiente y solo se toman como “criterio” para su monitoreo de manera continua las siguientes siete: ozono (O3); dióxido de azufre (SO2); monóxido de carbono (CO); dióxido de nitrógeno (NO2); las partículas en suspensión (PM10, PM2.5); benceno (C6H6) y el plomo (Pb). (Huacuz, R., 2018).

De la infraestructura gris a la infraestructura verde y azul

La transición hacia una ciudad más amigable con el medio ambiente es no solo necesaria, sino urgente, por ello la prioridad es construir “infraestructura verde y azul”; es decir, aquella infraestructura urbana que mejore las condiciones de barrios y colonias a favor de la calidad de vida urbana.

La infraestructura verde es aquella obra pública que invierte en la naturaleza a favor de la ciudad, provee los llamados “servicios ecosistémicos” que fomentan el cuidado de la biodiversidad de fauna y flora urbana, además, pueden ser utilizados como cinturones de amortiguamiento vial y garantizan el ocio y el esparcimiento de la población para romper con la dinámica cada vez más marcada de vida urbana acelerada, reducen el nivel de estrés social y contribuyen a la captación de agua pluvial para infiltrar en los mantos freáticos urbanos. Por ejemplo, con la peatonalización de vialidades que cuenten con andadores arbolados, jardines o parques urbanos que promuevan la convivencia social y la reactivación económica local.

Para diversos autores, la infraestructura verde es soporte de cuatro elementos:

  • Suministro de productos para los ecosistemas (agua y materias primas);
  • Regulación de la calidad del suelo, del aire y del clima (calidad ambiental).
  • Soporte de servicios ambientales como son por ejemplo la polinización o la producción primaria.
  • Culturales como la recreación, el patrimonio ambiental, espiritual y salud física y mental (Magaña, 2021).

En nuestras ciudades mexicanas se podrían generar corredores verdes que podrían servir como senderos interpretativos y pedagógicos de la flora local y contribuyan a mejorar la polinización de plantas, ayudando a reducir el impacto ambiental a pequeñas cadenas tróficas de insectos, además, permitirían la conservación de la biodiversidad, la adaptación al cambio climático (al reducir las islas de calor) y la disminución de inundaciones, ya que son un buen control de escorrentías y manejo de drenajes. Se sabe que un solo árbol podría capturar hasta 600 litros de agua a través de sus ramas y hojas.

Ya existen algunos ejemplos de ciudades en México que han iniciado un manejo más sustentable de los cauces de ríos que cruzan la ciudad, estas poligonales abiertas son intervenidas como parques lineales, para lo cual han requerido de construcción de andadores y ciclovías, así como toda una gama de mobiliario urbano e iluminación que complementa y mejora la calidad de la infraestructura verde en los márgenes de ríos y arroyos urbanos, pero aún falta mucho más por hacer. Se requiere aún garantizar una mejor calidad de vida, vinculando el espacio construido con el área natural y salvaguardar la biodiversidad urbana que mejore el débil equilibrio ecológico fracturado en la ciudad.

La conservación de vegetación nativa y arbolado en estos espacios podría ayudar en la infiltración de agua al subsuelo; regula la temperatura del sitio, evitando las inconvenientes “islas de calor” y fomenta la movilidad de la biodiversidad urbana para restaurar los ecosistemas y garantizar corredores biológicos de fauna nativa. Por tanto, se debe revalorar el valor intrínseco que tiene fomentar la infraestructura verde para la ciudad, ya que podría aliviar el malestar urbano de nuestra vida cotidiana y garantizaría una mejor calidad de vida a una población urbana cada vez más envejecida.

Para comprender la magnitud del beneficio que aporta la infraestructura verde y azul (aquella que cuida y sustenta el agua en la ciudad), es menester analizar el enfoque que representa la “Adaptación basada en Ecosistemas” (AbE), es decir, la utilización de la biodiversidad y los servicios de los ecosistemas, como parte de una estrategia más amplia de adaptación de la sociedad (A. Lhumeau, D. Cordero,2012), un manejo más sostenible de la naturaleza (conservación y restauración), para proveer los servicios que permiten a la sociedad ser resiliente ante los efectos adversos del cambio climático y reducir su vulnerabilidad.

Lo anterior requeriría un cambio fundamental y un esfuerzo sin precedentes en las administraciones municipales para planear y proponer sus presupuestos bajo la visión de la AbE. El cambio climático llegó para quedarse y los riesgos latentes en la sociedad urbana están presentes, por lo que la adaptación y modificación de la política urbana es un tema necesario e indiscutible.

Son muchos los beneficios que pueden señalarse si se adoptara una propuesta de infraestructura verde y azul para la ciudad, basada en la visión de la AbE, los beneficios que se pueden destacar son la mejora en la calidad de agua y en el sistema de tratamiento, así como la reducción de los niveles de contaminantes atmosféricos de la ciudad, ya que se da una notable reducción en partículas suspendidas en el aire, se mejora la calidad de los hábitats de la fauna silvestre (por ejemplo las aves o mamíferos locales) al salvaguardar las condiciones necesarias para el desplazamiento de especies con su hábitat; se mejoran las condiciones para el desarrollo y conservación de la vegetación nativa, la cual ayuda en la fijación de los suelos y evita tolvaneras en la ciudad.

Respecto a la población urbana, se mejora la salud pública, ya que se fomenta el ejercicio al aire libre y la convivencia de chicos y grandes con espacios recreativos ex profeso, lo que genera un incremento de confort en el espacio público e incluso un aumento en el valor del suelo en las zonas inmediatas a estos espacios verdes. Adaptar nuestras ciudades al enfoque “AbE” no será cosa sencilla, requiere romper con la inercia del marcado inmobiliario y comercial que maximiza la ganancia económica en detrimento de la calidad de vida de las personas, además de romper con la visión de la autoridad local por crear obra e infraestructura gris bajo el supuesto de que fomentando el crecimiento urbano se garantiza más empleo y mejores condiciones económicas en la lógica de mercado, sin pensar en las condiciones ni necesidades de la población.

Las ventajas ambientales que se podrían destacar de la infraestructura verde y azul serían: una inmediata disminución de las islas de calor en la ciudad por la termorregulación que ofrecen los árboles y las plantas, una reducción de inundaciones y una mejor adaptación ante sequías, se reducen drásticamente las emisiones de carbono (CO2) y el consumo de energía.

En la ciudad actual calles y andadores se encuentran anegadas para las personas mayores, las arterias principales de las ciudades fomentan incrementar la velocidad de circulación motorizada, en tanto que, las demás vialidades intentan garantizar la movilidad alternativa con transporte público, su infraestructura, generalmente, no contempla a los adultos mayores, quienes tienen que conformarse con moverse cada vez menos por el espacio público de la ciudad.

Las actuales políticas de movilidad urbana se basan en priorizar una pirámide en donde en la cúspide se encuentre el peatón, sin embargo, lo que vemos aún es que el automotor es aún el amo y señor de la calle. De los componentes de infraestructura verde y azul que se pueden destacar para una mejora en la obra pública en la ciudad destacan los siguientes temas:

  • Jardín de lluvia: diseñados para captar agua de lluvia para la infiltración al subsuelo; ayudar en el mantenimiento de la flora y la fauna del lugar, así como en la termorregulación del clima.
  • Pozo de absorción e infiltración: es una excavación que tiene la finalidad de aumentar y acelerar la infiltración del agua pluvial al subsuelo.
  • Zanja o bordo de contención: se diseña para captar y retener volúmenes de agua pluvial que pueden ayudar en el riego del arbolado urbano, así como en retener humedad en el suelo, propicio para el desarrollo de plantas y pastos, evitando la erosión.
  • Pavimentos permeables: permiten el paso del agua a través de sus estructuras porosas y dan soporte estructural, al igual que un pavimento convencional.
  • Cisterna para cosecha de lluvia: consiste en almacenar agua de lluvia, generalmente, conducir de los techos de las casas a un tanque de almacenamiento, con la finalidad de reducir el consumo doméstico de la red municipal.
  • Techos y muros verdes: son instalaciones en techos y muros que permiten el desarrollo de la vegetación y ayudan en la termorregulación de la temperatura.
  • Muros de agua: consisten en el almacenamiento de agua de forma vertical, similar a un muro convencional, pero reducen el espacio requerido y ayudan en la mejora climática de la construcción (IMPLAN, Hermosillo, 2017).

Desde luego que cada acción de infraestructura verde y azul requiere ser implementada bajo un amplio consenso social, en donde sea la propia población quien esté al frente en el diseño, implementación y seguimiento de estas obras, para que logren los objetivos propuestos. Finalmente, para la el financiamiento de estas obras, también se requiere implementar presupuestos participativos, cada ciudad tiene que decidir lo que es prioritario conservar o restaurar en su entorno ambiental, así como las obras principales a ser ejecutadas.

Resultados

Podemos afirmar sin temor a equivocarnos que las ciudades mexicanas adolecen de infraestructura azul y verde que garantice una mejor calidad de vida a sus ciudadanos. Las administraciones municipales destinan más del 70 por ciento a infraestructura gris, repavimentando calles o vialidades primarias sin considerar como parte de sus políticas urbanas garantizar una mejor calidad de vida conforme a los estándares internacionales de adaptación basada en los ecosistemas.

De continuar esta tendencia, es previsible que no se alcancen los objetivos y metas planteadas en la Agenda 20-30 de las Naciones Unidas y que se tenga poca resiliencia urbana ante la adversidad que plantea el cambio climático.

Conclusión

Desafortunadamente, en las ciudades mexicanas no se cuenta con indicadores permanentes que permitan medir en el mediano plazo la sostenibilidad y los beneficios ambientales que presta la infraestructura verde y azul, tampoco se tienen sistematizados los procedimientos para el análisis y el diagnóstico de cada ciudad en la materia, lo cual sería muy útil para facilitar la comprensión y aplicación de la política ambiental local, de cara al cumplimiento de las metas establecidas en la agenda 2030, es decir, con los Objetivos del Desarrollo Sustentable (ODS) 2020-2030.

La obra pública de nuestras ciudades mexicanas centra su atención en infraestructura gris, en movilidad motorizada y en escindirse de su propio entorno natural; sin embargo, la experiencia internacional está modificando esta tendencia con ciudades más amigables con el medioambiente que integran la flora y fauna silvestre a su entorno y peatonalizan calles y manzanas habitacionales completas, a favor de un ambiente natural más respetuoso y amigable con la naturaleza. Se recuperan cuerpos de agua que previamente fueron vialidades y se generan plantaciones de arbolado que poco a poco inundan la ciudad, ante los escenarios adversos que se tienen del cambio climático. Es tiempo de mirar hacia la política ambiental que se está desarrollando en el ámbito internacional para recuperar los ejemplos exitosos del manejo sustentable y sostenible del medio natural.

De continuar la tendencia de infraestructura gris para nuestras ciudades, estaremos construyendo una barrera infranqueable que no solo puede conducir al caos y distopía urbana. La reflexión final es modificar esta tendencia, generar resiliencia ambiental e iniciar presupuestos participativos para la construcción de infraestructura verde y azul que tanto hace falta en nuestras ciudades.

Referencias

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